Mujeres periodistas entre las bombas

Autor: Redacción /ElPaís

  • ANA DEL PASO

Nadie como ellas saben contar historias humanas en situaciones al límite. Cubren cada conflicto como si fuera el último, empleándose a fondo. Están hechas de una madera especial, porque no todo el mundo vale para ser testigo de las aberraciones de las que un ser humano es capaz en tiempos de guerra. Son lasenviadas especiales a zonas bélicas, un colectivo cada vez más numeroso.

Según datos de la Federación Internacional de Periodistas, en 2015 el 54% de losperiodistas que cubrieron conflictos armados fueron mujeres y también el 30% de los 'freelance'. Ana Alba, que se encarga de Oriente Próximo para El Periódico de Cataluña, respalda estas cifras y asegura: "Cada vez somos más reporterassobre el terreno. Ya no sucede tanto aquello de que se enviaba más a hombres porque son aguerridos, mientras que las mujeres son más vulnerables, pero sigue habiendo mucho machismo". A su juicio, "unas y otros contamos las historias con la misma sensibilidad, pero nosotras accedemos a la esfera femenina en sociedades en las que a los hombres no les está permitida la entrada, y eso en la actualidad es una gran ventaja".

Como precio por esa igualdad han sido secuestradas, por ejemplo, Carmen Sarmiento (de TVE) y Salud Hernández-Mora (de EL MUNDO) en Colombia, aunque en épocas distintas; tiroteadas, como Rosa Meneses (EL MUNDO) en Libia; expulsadas, entre ellas Ángeles Espinosa (El País), que fue obligada a marcharse de Irán y de Arabia Saudí por publicar verdades molestas para el poder.

Por suerte, las circunstancias han cambiado mucho desde los tiempos de las primeras enviadas especiales, como Carmen Burgos Colombine,Sofía Casanova o María Teresa de Escoriaza, que trabajaron desde las entrañas de las batallas entre España y Marruecos y en la I Guerra Mundial para escribir sobre los horrores de estos conflictos armados. Tiempo después las siguieron Rosa María Calaf, Carmen Sarmiento, Maruja Torres, María Dolores Masana o Teresa Aranguren, entre otras, hasta que, a finales de los años 80, llegó el 'boom' informativo y de medios que necesitaban desplegar a más periodistas.

Rosa Meneses recibió su bautismo de fuego cuando EL MUNDO le encargó ir a Casablanca en 2003 para escribir sobre los atentados terroristas contra la Casa de España. Cumplió su tarea con creces y, poco después, fue enviada a cubrir el terremoto en el Kurdistán turco. La intensidad de la violencia en las coberturas que le asignaban fue gradual hasta que, en 2006, le encargaron la guerra del Líbano y, en 2011, la de Libia. Para entonces ya estaba más que curtida. Fue en la localidad libanesa de Misrata donde, en abril de 2011, volvió a nacer tras recibir un disparo en la espalda. "Me salvó el chaleco antibalas", dice con la mirada baja, como si reviviera el momento. Sin embargo, nunca pensó en tirar la toalla. Sigue convencida de que su misión es "dar voz a los más desfavorecidos que, en las tragedias humanas, siempre son los mismos". "Los periodistas", asegura, "tenemos que ir para contar lo que sucede y denunciar los abusos que se producen, sobre todo con los civiles".

Meneses no es ninguna kamikaze cuando se trata de jugarse la vida. Consulta sus fuentes para saber cómo está la situación sobre el terreno y si el momento es seguro o no para ir a Siria, Irak o Yemen, países de extremo peligro actualmente. "Hago este trabajo porque me gusta", dice convencida, "y los problemas los tienes por igual, seas hombre o mujer el peligro no entiende de sexos. Lo que nunca debe hacerse es ir a cualquier precio".

Tampoco creyó arriesgarse Salud Hernández-Mora cuando acudió a realizar un reportaje al norte de Colombia, cerca de la frontera con Venezuela, y fuesecuestrada por el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que la mantuvo retenida una semana. "Cuando llevas 17 años cubriendo un conflicto armado, tratando con guerrillas, paramilitares y mafiosos, conociendo decenas de secuestros como corresponsal de EL MUNDO, columnista del diario colombianoEl Tiempo y miembro de la Fundación País Libre, que lucha contra ese delito atroz, lo último que piensas es que un día serás tú la retenida", dice, y concluye: "Tuve mucha suerte, porque gracias a la intermediación de la Iglesia católica me dejaron pronto en libertad".

Su compañera de periódico, Mónica Bernabé, trabajó de forma permanente en Afganistán desde el año 2007 hasta 2015. Se instaló en la capital, Kabul, para trabajar con la Asociación para los Derechos Humanos en Afganistán, la ONG que fundó ella misma en 2000. Lo primero que hizo al llegar al país fue comprarse un par de burkas: "Era básico no llamar la atención", indica la reportera.

Y desde allí empezó a escribir para EL MUNDO, enviando crónicas algunas de ellas elaboradas mientras iba empotrada con unidades militares estadounidenses. "Las reporteras contamos con unas dificultades añadidas con las que los hombres no se topan. Una de ellas es el riesgo de abusos sexuales, contra los cuales no se suelen tomar medidas de precaución, ni los medios de comunicación muestran ningún tipo de sensibilidad", señala. Esto se traduce, explica, en que "la única medida que se adopta es no enviar a reporteras a determinadas zonas en conflicto", una decisión que considera absurda: "Es como si no mandásemos a un reportero a una guerra porque hay tiros y bombas, en vez de buscar medidas de precaución para evitar que pueda resultar herido o incluso perder la vida".

La 'freelance' Mayte Carrasco empezó a trabajar en zonas de conflicto durante la guerra de Georgia en el año 2007: "Me di cuenta de que no me daba tanto miedo encontrarme en situaciones de peligro y de que era capaz de tener sangre fría cuando presenciaba escenas patéticas. Vi que podía hacer este trabajo, a veces desagradable y duro". Aprendió el oficio sumándose a un convoy de periodistasfranceses y recuerda que les paró "un grupo de milicias kazajas y chechenas, es decir, justo las personas con las que no quieres toparte en Georgia". "Nos hicieron bajar del vehículo para cachearnos y robarnos", cuenta, "todos acatamos sus órdenes en silencio y con la mirada baja, porque nadie sabía qué iban a hacer con nosotros. Escondí mi cámara y empecé a grabar. Al cabo de un rato, les convencimos de que nos dejaran marchar y así fue. Cuando enseñé las imágenes a mis compañeros, no daban crédito de que una pardilla como yo hubiera grabado sin que los milicianos se dieran cuenta y me dijeron: 'Tú vales para esto, porque hiciste algo que ninguno se atrevió a hacer, a pesar de nuestra experiencia'".

Posteriormente Carrasco, que colabora con diferentes medios, ha cubierto conflictos en Chechenia, Afganistán, Libia, Siria, Malí, Venezuela o Egipto. Y se queja de la desigualdad de género entre los periodistas a la hora del reconocimiento profesional y de otorgar premios: "Sobre el terreno no hay diferencia entre el trabajo de un hombre y el de una mujer, pero sí al volver a este mundo, que se supone igualitario". Y lamenta que, por ejemplo, en Afganistán tuvo "más acceso a fuentes talibanes que a militares occidentales, que te tratan como a un jarrón chino".

Esta periodista no entiende tampoco que se tenga en cuenta que una corresponsal de guerra sea madre a la hora de ser o no enviada a situaciones duras, cuando en el caso de los padres "no se concibe esa mal entendida incompatibilidad". Ahora vive en Berlín, inmersa en proyectos periodísticos, al tiempo que cuida de su bebé. Cuando ella viaja, es su pareja quien se queda a cargo del niño.

El caso de Myasun, que pasó de ser modelo en una escuela de fotografía de Zaragoza en el año 2000 a convertirse en la primera fotógrafa de guerra española, es curioso. Mientras posaba seguía con atención las explicaciones de los profesores, que luego ponía en práctica con una cámara de su padre.

En 2009 se postuló como 'freelance' a la European Pressphoto Agency y a la agencia Corbis y empezó a trabajar. Muchos le ayudaron sobre el terreno, otros la tacharon de "intrusa en un mundo que consideran propio de hombres", según dice. Poco a poco fue consiguiendo coberturas en lugares como Ucrania, Siria, Gaza o Cisjordania. "Las autoridades de turno, y los propios compañeros, me preguntan qué hago ahí con ellos, en medio de un fuego cruzado. Yo les digo que buscarme la vida con mi trabajo, lo mismo que hacen ellos. Cuando ven la calidad de mis coberturas, entonces ya no me preguntan tonterías", indica. Sus fotografías han sido publicadas, entre otros, por periódicos tan prestigiosos como The New York Times, The Washington Post , The Times o The Wall Street Journal.

Y es que Maysun, al igual que todas las demás, han logrado con su valía y perseverancia ser las mensajeras de la noticia. Todas coinciden en una cosa: ninguna cambiaría su estilo de vida a pesar de la dureza de las escenas que presencian y de las condiciones en las que, con frecuencia, trabajan, distinguiendo las líneas rojas que no pueden traspasar. Su número va en aumento y sin duda contribuyen a que ningún conflicto caiga en el olvido.