"Derechos tenemos, el problema es cómo los implementa el Estado"

Autor: Sonia Santoro

Fabiola Calvo Ocampo es periodista y escritora colombiana. Es hermana de Oscar William y Jairo de Jesús Calvo Ocampo, ambos guerrilleros del Ejército Popular de Liberación (EPL) que fueron asesinados en los 80 en el proceso de paz iniciado en 1984, en el que fueron cabeza visible. La reciente firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC la alegra pero con cierto pesimismo: “Duele saber que para llegar hasta aquí haya tenido que morir tanta gente, que haya 150 mil personas desaparecidas, masacres... porque la lucha por cambiar el país la desdibujaron con la generalización de una guerra con paramilitarismo y narcotráfico”, dice. En esta entrevista repasa la historia reciente de su país, en la que su familia fue protagonista.
 
 
Por Sonia Santoro
Foto: Rafael Yohai
El 23 de junio, el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) suscribieron y divulgaron el contenido del acuerdo de “cese de hostilidades bilateral y definitivo y de dejación de las armas”, considerado el preludio de la paz que pondrá fin a un conflicto de más de medio siglo. El instrumento incluye además “garantías sobre seguridad y lucha contra las organizaciones” paramilitares o derivadas de éstas y toda otra que amenace la implementación del acuerdo definitivo de paz, así como condiciones para la “refrendación” de este último. El objetivo del acuerdo es el fin definitivo de las acciones ofensivas entre la fuerza pública y el grupo insurgente. Se crearán las condiciones para la implementación del acuerdo final y preparar la institucionalidad y al país para la reincorporación a la vida civil de las FARC.
 
–La firma de este acuerdo de paz, ¿pone a Colombia más cerca de esos principios que defendían sus hermanos?
 
–Sí, claro que sí. Y duele saber que para llegar hasta aquí haya tenido que morir tanta gente, que haya 150 mil personas desaparecidas, masacres... porque la lucha por cambiar el país la desdibujaron con la generalización de una guerra con paramilitarismo y narcotráfico.
 
–¿Cómo tomó la noticia?
 
–La noticia la recibí con mucha alegría y un moderado pesimismo, siempre en espera de los pasos siguientes. Las experiencias después de los acuerdos ha dejado muchos muertos. Fui con unas amigas a la plaza Jorge Eliécer Gaitán (líder asesinado en 1948) a la concentración, luego hicimos almuerzo especial acompañado de un vino reserva que me trajo una amiga de España para una ocasión especial. ¡Así fue!
 
–¿Está participando en la actualidad de ese proceso?
 
–No es posible querer un cambio, la paz y no participar del proceso. En este momento hago parte del Colectivo de Pensamiento y Acción Mujeres Paz y Seguridad. Trabajamos en una Mesa Técnica con mujeres militares y de la Policía. Asimismo, en nombre de la Red Colombiana de Mujeres Periodistas con Visión de Género, apoyo a la Unidad de Víctimas con el acompañamiento al Comité de Periodistas Víctimas del Conflicto armado para dar un enfoque de género desde los derechos de las mujeres, al diagnóstico del daño. Recientemente terminé una consultoría con ONU Mujeres sobre el tratamiento que han dado los medios de comunicación a la participación de las mujeres en el proceso de paz. Termina con recomendaciones para periodistas y medios para su tratamiento en el posconflicto y recomendaciones también para las organizaciones de mujeres, para romper el cerco informativo.
 
–¿Cuáles son los desafíos para que se sostenga el cese al fuego?
 
–No caer en las provocaciones, que funcione el mecanismo de veeduría internacional, que el Estado y la guerrilla cumplan lo pactado y que la sociedad, las organizaciones se comprometan con el proceso. Ejercicio de ciudadanía.
 
–No alcanza solo con la paz. Usted ha dicho “queremos la paz y la verdad” ¿qué procesos implicaría la búsqueda de verdad?
 
–Para conocer la verdad se necesita la disposición de hablar y contar de quienes cometieron los crímenes, que la justicia se implique en los casos de crimen de lesa humanidad y crimen de guerra como fueron los casos de Oscar William y Jairo Calvo y no para que vayan a una cárcel sino para saber la verdad.
 
–Publicó el libro Hablarán de mí, contando la historia de su vida y de sus hermanos en forma novelada ¿por qué después de tanto tiempo?
 
–Porque es parte de un proceso de reflexión después de pasar por la rabia, el enojo, la distancia y la lejanía del exilio, por el temor a perder a otros si hablabas. El libro lo empecé muchas, muchas veces hasta que cobró vida propia. Hablarán de mí sólo hace referencia a los primeros cuatro años de exilio y por supuesto que es mucho lo que hay para contar pero cuando decidí que ahí quedaba fue cuando se publicó.
 
–¿Qué era el EPL y cómo fue su acercamiento y el de sus hermanos?
 
–El Ejército Popular de Liberación fue creado en 1967 por el Partido Comunista de Colombia Marxista Leninista. Nació en las montañas del Noroeste colombiano con un grupo integrado por un periodista, un abogado, estudiantes y campesinos con el objetivo de trabajar por el socialismo. La guerrilla en Colombia tiene un origen político. Los Partidos Liberal y el Conservador decidieron gobernar cada uno cuatro años tras la firma de un acuerdo para terminar la denominada Violencia en los años 50 promovida por ellos y que dejó 300 mil muertos. Esa exclusión de cualquier fuerza política y movimiento social en la vida del país abrió las puertas a la creación de fuerzas insurgentes que buscaban un país con justicia social, repartición de la tierra, trabajo digno... Mi hermano Jairo (Comandante Ernesto Rojas) se vinculó muy joven, desde el colegio. Salió con un grupo para prepararse en la actividad militar. Mientras él se dirigió para Albania, el hoy director de cine Sergio Cabrera se marchó para China. Regresaron para engrosar las filas del aún en ciernes EPL. Mi otro hermano Oscar William y yo nos acercamos a la vida política en la ciudad, al trabajo sindical, estudiantil y campesino.
 
–¿Qué rol tenían dentro del EPL? ¿Qué principios defendían?
 
–Tanto Oscar William como Jairo fueron miembros del Comité Ejecutivo Central del Partido. Jairo fue el Comandante General del EPL y uno de los fundadores de la Coordinadora Nacional Guerrillera. Oscar William dirigió el periódico Unión, trabajó en el movimiento sindical en diferentes lugares de Colombia, estuvo al frente de la propuesta política Unión Democrática Revolucionaria y fue el primero en proponer en Colombia una reforma a la Constitución con la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente elegida por el constituyente primario. En ese momento fue una propuesta inusitada. La soberanía popular estaba en manos del Congreso, que no recibió bien la propuesta. 
 
–Sus hermanos fueron asesinados en pleno proceso de paz en los 80, ¿qué rol tuvieron en ese proceso?
 
–Oscar William y Jairo firmaron los acuerdos con el presidente Belisario Betancur el 23 de agosto de 1984 en Medellín. Oscar William en su discurso propuso la Asamblea Nacional Constituyente, revocatoria del mandato, el derecho a plebiscito, reforma agraria, reforma laboral, fiscal... todo dentro de la búsqueda de un estado de derecho. Para él ese era el camino hacia la paz. “Estamos por la paz, deseamos la paz, pero hay que luchar por los caminos que permitan la paz”, dijo. Fue asesinado en Bogotá el 20 de noviembre de 1985 a los 32 años. Al mes fue asesinado mi hermano Héctor por la única razón de ser hermano.
 
Jairo proclamó la urgencia de una apertura democrática, fue torturado y asesinado en Bogotá, el 15 de febrero de 1987 junto a Medardo Correa. La investigación realizada por el abogado Eduardo Umaña Mendoza, también asesinado, muestra la responsabilidad del Ejército y la Policía en ambos asesinatos. Suena paradójico que los dirigentes de organizaciones consideras radicales fuesen quienes propusieran una salida dentro de un estado de derecho que rompía con la comodidad de unos pocos, entre ellos los congresistas.
 
–¿Esos asesinatos fueron reconocidos por el Estado?
 
–El Estado promovió el pasado noviembre la memoria de Oscar William. Lo hizo la Unidad Nacional de Víctima, el Centro Nacional de Memoria, la Casa de la Memoria de Medellín, el Centro de Memoria Paz y Reconciliación de Bogotá. El Centro de Memoria del Norte del Valle en Cartago, lleva el nombre de Hermanos Calvo Ocampo.
 
–Usted se tuvo que exiliar, ¿cómo vivía desde Madrid lo que sucedía en su país?
 
–Con impotencia y dolor.
 
–¿Cómo encontró Colombia al volver 20 años después?
 
–Cuando regresé, el ambiente político parecía más distendido en las ciudades. En 1991 se aprobó la nueva Constitución, que tenía más de 100 años después de una Asamblea Nacional Constituyente elegida por el pueblo, pues se respiraba una ambiente político distinto. Sin embargo, seguíamos en guerra porque dos de las guerrillas más antiguas no firmaron acuerdos. Por lo tanto, en el campo continuaban las masacres, los enfrentamientos. Los paramilitares, una fuerza de derecha arreció mucho contra el territorio rural. Se apropiaron de tierras. Todo tiene que ver con abrirle camino a las multinacionales de la minería. Había de todas maneras un optimismo que se respiraba en lo político pero no en lo económico. Y seguían los asesinatos. Al año de llegar, en 2008, asesinaron a un sobrino mío, que militaba en el Polo Democrático, era un poeta, y por denunciar la relación del alcalde del pueblo de Cartago con un paramilitar, fue asesinado. Ese asesinato sigue en la impunidad.
 
–¿Y su familia?
 
–Había habido una desbandada en un momento y ya se estaba recomponiendo. Mi madre había estado un tiempo en la clandestinidad sin tener idea de qué era eso. Pero cuando llegué ya estaba todo el mundo en su lugar. Mis sobrinos la mayoría han hecho carrera, es curioso porque tanto ellos como mis hijos se han dedicado a la sanación, hay médicos, osteópatas, musicoterapeutas, radiólogo, psicóloga. Yo llegué realmente de muy bajo perfil y empecé el trabajo con la red de periodistas. Después de lo de mi sobrino, la cosa con respecto a la familia se ha tranquilizado. También es cierto que no estamos en política. En este momento lo más revolucionario es trabajar por la paz. En eso estamos. Soy activista en el proceso de paz. Mi madre murió hace cinco años. Mi padre todavía vive, tiene 92 años.
 
–¿Se armó una comisión de género en el Proceso de paz?
 
–El movimiento de mujeres de Colombia presionó para crear un espacio de género que tuviese incidencia en los acuerdos. No había ni una sola mujer. El movimiento logró que se creara una subcomisión de género en La Habana, que lo que ha hecho es transversalizar el enfoque de género en los acuerdos. El 24 de julio hicieron pública la firma de la transversalización en esos acuerdos. Aun así, siendo un gran avance, las mujeres siguen sin estar al frente. Siendo un acto con estas características, fue curioso que dos varones fueran los que cerraron el acto.
 
–¿Qué temas incorporaron?
 
–El juzgar los casos del delito de violencia sexual contra las mujeres dentro del conflicto armado. El derecho a la titulación de las tierras para las mujeres. La participación de ellas en las etapas que siguen, las del posconflicto. Se está trabajando mucho sobre la participación política de las mujeres. Existe una ley que da una cuota del 30 por ciento en las listas electorales, en los organismos de gobierno. Se está trabajando para que las mujeres que van a dejar las armas tengan una opción política porque a fin de cuentas dejan la lucha política armada para ingresar a la lucha política civil.
 
–¿Qué rol tenían las mujeres en los movimientos revolucionarios?
 
–La respuesta sería de un largo análisis. Podríamos decir que pese a que en el movimiento revolucionario también se anida el machismo, las mujeres tuvimos logros. Siempre se habló del hombre nuevo, no de mujeres nuevas, no obstante, la mirada revolucionaria daba una amplitud, un concepto de liberación, desde luego sumado a todos los vientos que soplaban en los años 60: movimiento hippie, guerra fría, movimiento antiimperialista, revolución sexual, feminismo, guerrillas en América latina... No se puede dejar de hablar de las mujeres del campo que se sumaban al movimiento revolucionario. Las campesinas ganaban espacio, salían de la tutela familiar y mostraban más fortaleza para la vida militar. Los roles eran variados, unas estaban dedicadas solo a la actividad política, en el movimiento social, en propaganda y prensa...
 
–¿Cuál es la situación actual de los derechos de las mujeres en Colombia?
 
–Colombia ha tenido un avance grande en términos de derechos de las mujeres, sobre todo después del 2000. En 2008 se firmó la ley 1257 para eliminar la violencia hacia las mujeres. Sin embargo yo creo que el problema que tenemos no es tanto de normativa. El problema es que queda mucho en el papel. Por ejemplo, hay una sentencia que sacó la Corte Constitucional de derecho a la interrupción del embarazo desde los tres supuestos que tienen la mayoría de los países. Sin embargo es un lío para que los médicos lo cumplan… y tenemos a un funcionario público de alto nivel, como es el procurador general Alejandro Ordoñez haciendo trabajo en contra de este derecho. Entonces, yo creo que derechos tenemos. El tema es cómo implementa el Estado, cómo se trabaja para una transformación cultural del país. Justamente la guerra ha exacerbado el machismo pero de una manera alarmante. Tenemos que hacer todo un trabajo pedagógico en las escuelas, en los medios de comunicación, para que trabajen con perspectiva de género. Los medios en general tienen que trabajar desde los derechos humanos de una manera pedagógica así como lo planteaba (Ryszard) Kapuscinski. El trabajo de los medios no es informar por informar.
 
–¿Cómo llegó a especializarse en periodismo de género?
 
–En la militancia política que inicié desde muy joven trabajé por los derechos de las mujeres desde un enfoque marxista, por lo tanto clasista. Muchos de mis primeros reportajes las protagonistas son ellas. En Madrid inicié mi acercamiento con el feminismo y conocí diferentes tendencias. Siempre tendré en mi corazón a Barquillo 44, casa de muchos encuentros y debates. Luego de trabajar con la Agencia Mexicana de Noticias, colaboré durante seis años con la Agencia Cimac; realicé trabajos de investigación sobre mujeres migrantes; mujeres víctimas de tráfico en los servicios domésticos y sexuales; análisis sobre el tratamiento que daba la prensa a la mujeres migrantes... En fin, entre el periodismo, la academia y el activismo en el movimiento social llegué a esa especialidad que combino con otros conocimientos.
 

Acerca de Sonia Santoro

Periodista y Escritora